sábado, 6 de octubre de 2012

El primer día.

Desde que uno entra por la puerta del aulario al cual le han asignado, la incertidumbre reina. Y también la curiosidad. Porque lo nuevo asusta (igual que lo viejo conocido nos da seguridad) y somos jóvenes. 

Un hombre risueño y poco vergonzoso se presenta ante nosotros como el profesor de la asignatura, partiendo de la idea clave de lo que él considera "lo que todo sociólogo ha de tener claro, lo que tenemos que dar la máxima prioridad en el momento: conocer gente". Y así, consecuente con sus palabras, nos invita a realizar una práctica de lo más prometedora e interesante dadas las anteriores clases, más rutinarias. 

La tarea era, primeramente, acercarnos a los compañeros que no conociéramos del año anterior, y después, entre nosotros, los alumnos, consensuar una serie de cuestiones que se plantearon en clase. Las cuestiones nos preguntaban sobre nuestra carrera estudiantil, sobre nuestra experiencia como estudiantes. Teníamos que hablar de aquello que hasta entonces nos había agradado y disgustado de nuestra formación académica.

La primera cuestión nos exigía expresar aquello que nos resultara satisfactorio, los aspectos agradables de nuestro camino hacia el saber. Entre ellos se hallaban: conocer y aprobar asignaturas, enriquecerse como persona humana en cuanto a los conocimientos que adquirimos al estudiar, orgullo y autoestima alta al avanzar según crecemos en el ámbito académico, conocer gente por el camino...

La segunda cuestión se sumergía de lleno en todo lo contrario; aquello que nos resultaba incómodo, una beta para nuestro progreso de aprendizaje. Se habló de: depender de los profesores para aprender según qué cosas desean impartirnos en las clases, así como la educación y las formas que demuestran algunos en cuanto a las relaciones con el alumnado se trate, experiencias como la de ir a septiembre a recuperar alguna asignatura, diversas charlas marcadas por nuestro punto de vista como "innecesarias" a la hora de dar clase (temas de política u opiniones personales) por parte del profesorado, experiencias desagradables por hallarse en la carrera que no se quería, lo poco que aprendemos inglés en nuestra formación y lo necesario que es para nuestro futuro...

La tercera y última cuestión nos preguntaba qué esperamos obtener en el futuro, qué nos gustaría cambiar para que todo fuera o fuese a bien. Nos centramos en repetir los aspectos negativos de nuestro proceso de aprendizaje y expresar la solución de ellos como la mejora futura. 

Sin duda un buen comienzo de la asignatura, que promete bastante. Y como dice una buena frase que me viene al pelo, 

"Si la lección es divertida, nunca se olvida."

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